Durante unos años, quizás solo fueron unos meses, el trastero del terrado se convirtió en mi refugio.
Pasaba las horas muertas escribiendo y leyendo entre sus paredes. Algún día de madrugada me subí al tejado para fotografiar la salida del sol sin demasiado éxito.
En esta foto tendría yo unos quince o dieciséis años y estoy con mis hermanos Julio y David.
Calle Arco de La merced, Palma de Mallorca, 1975-6 ?
… y a la vuelta, veo un pequeño ataúd sobre la copa de un árbol.no sé si será- si es- si fue. «A mí dejadme aquí, esta es mi tierra». Quizás lo fue y no lo recuerdo. «Dejadme aquí-enterradme aquí». Sobre la copa de un árbol hay un pequeño ataúd, al menos es lo que parece. nohay vi dani h-ay mu er tesolo un va-cioin men so. Les pidieron esperar y esperaron, fascinados por la luz, mirando hacia el cielo. Suaveclarodiadeotoño.
Texto: Marie-Noëlle Ginard. Fotos: Robert López Hinton Camerún, noviembre 2012.
Viendo nuestras primeras fotos juntos, con esas puestas en escena algo teatrales y bastante bohemias, se diría que éramos unos «poseurs», pero os aseguro que no. Era algo así como: «Cogemos una bici vieja que nos hemos encontrado por la calle un par de relojes viejos del rastro y nos plantamos frente al portal de esta barbería y luego nos vamos a tomar unas cervezas» – así, todo de corrido, no sé si me explico. O bien: «Esta mañana me apetece sacar unas fotos junto a la chimenea de la fábrica abandonada de María de la salut cargar un par de cosas en el coche y allá vamos» Más de veinte años después, podrías pensar que las fotos las sacó otra persona, pero son autorretratos; que las enseñamos a mucha gente y que rodaron de mano en mano, pero no las vio absolutamente nadie, ni siquiera nosotros; las hemos redescubierto ahora porque entonces no teníamos dinero para positivarlas.
Autorretratos de Robert López Hinton y Marie-Noële Ginard Féron.
Fábrica abandonada en Maria de la salut, Mallorca, 1994.
“Nos conocimos en 1992 en un curso de fotografía publicitaria organizado por la ‘consellería de treball’. Robert acababa de salir de una convalecencia de dos años tras un accidente de coche en el que, según cuenta, salvó la vida de puro milagro, y entre la lucidez y el delirio provocado por el coma y la medicación, decidió que no podía morirse hasta hacer con su vida algo mejor que lo que había hecho hasta entonces.
Vivíamos en Palma, esa ciudad que hace veinte años era un tanto decrépita, descuidada y abandonada pero con un alma ahora perdida en pos de la modernidad, las tiendas de lujo, el estilo, la moda, el dinero o los «poseurs”.
Nos movíamos entre la fotografía, la hermosa arquitectura de las casas antiguas de Palma y la creatividad. Nos unió una situación personal muy complicada e iniciamos una vida y un aprendizaje en común que años después nos llevaría hasta Can Monroig. En aquellos primeros años de nuestra relación hacíamos fotos de las calles de Palma, a menudo de noche y en algunas ocasiones eran autorretratos que casi nunca positivábamos por falta de dinero. Hace unos días digitalizamos una serie de fotos en blanco y negro sacadas en la calle San Pere junto al Baluard. En algunas de ellas utilizamos un temporizador para salir los dos retratados. No las había visto hasta ahora aunque recuerdo el día en que las hicimos, junto a una barbería cerrada, una bicicleta rota y dos relojes comprados en el rastro.
Ya íbamos definiendo nuestras aficiones en común, objetos antiguos, arquitectura, belleza atemporal…
Un años después nos trasladamos hacia el interior de la isla, eternos insatisfechos en búsqueda de la belleza insospechada, desconocida y nada convencional. (…)“